Anónimo
Durante años sentí que mi voz no importaba, atrapada entre inseguridades y el eco de quienes decían que no era suficiente. Pero un día, cansada de vivir a medias, me miré al espejo y decidí que ya no me definirían los miedos ni los fracasos. Volví a estudiar, emprendí mi propio negocio y, aunque tropecé muchas veces, cada caída me enseñó a levantarme con más fuerza. Hoy camino con la frente en alto, sabiendo que la mujer que soy es fruto de cada lucha que decidí no abandonar.
Comentarios
-
Maria
Me siento muy identificada con tu historia, yo también aprendí a levantarme después de cada caída y ahora valoro más cada paso que doy.